Interpretación Creativa: El Loco


Tema: "Como Loco" de: "Delafe y las Flores Azules" en el album "Vs. Las Trompetas de la Muerte"de 2010

Estoy en la recta final de la redacción de mi tesis y he querido relacionar el fenómeno gráfico sobre el que estoy trabajando con la creatividad, así que propuse una actividad de redacción creativa dentro del Club de Literatura al que suelo acudir el último viernes de cada mes. En cada reunión se elije una carta de los XXI arcanos mayores que componen el tarot, para escribir un mini relato mensual, interpretando dicho arcano.
Pues bien, la primera carta que salió en Octubre fue el Loco. Dejo aquí las interpretaciones que me llegaron para que se puedan disfrutar públicamente.


Mucha gracias a los participantes!!

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Este camino invertebrado tiene forma de pantano. Tiene forma de infinito. Camino y soy los matojos que me arañan, y camino y me crece encima el aroma de la periferia. Mi ciudad, mi casa, las afueras.

A veces me dejo caer sobre la tierra: soy la caja de resonancia de su latido. Me explica que las montañas son mujeres tendidas y encrespadas. Vaya, le digo. Y me reverbera dentro. Entonces caigo dormido, ya he hecho suficiente por hoy.

En otros a veces dibujo las líneas maestras de mi dormitorio sobre la tierra – todos esos ellos están tan lejos- y tengo una cama y tengo un pupitre y tengo una silla y un armario y un arcón. Es muy importante tener un arcón. En él guardo los tesoros: piedras triangulares, azulejos rotos. En mi dormitorio dibujado hay un espejo y una pila. Hago como si tuviese una rutina: me lavo los dientes, me lavo la cara, reflexiono sentado sobre la cama… son mis mejores formas de higiene.

Pero no, en otros a veces no, en otros a veces corro o hablo o escupo. Me siento en una ladera y miro de lejos el perfil de la ciudad y los restos que tienen las luces de los ellos. Se podría decir que están ardiendo. Se podría decir que también están fuera aunque estén dentro. Qué complicado. Respiro y vuelvo a dormirme. Ya he hecho suficiente por hoy.



Rubén Rios Longares 

Bueno, pues ya estoy otra vez en camino... Ah, qué fatigada es mi vida, siempre de un lado para otra, en contra del sedentarismo, pero me gusta la vida nómada, me recuerda a los primeros hombres. “El Loco” me llaman por ir contra la norma y no querer establecerme en un sitio. “El Loco” me dicen por llevar una vida bohemia. “El Loco” por no querer someterse a las normas sociales.

Llevo todas mis pertenencias en un hatillo a la espalda y a fe que pesa porque me estoy encorvando. Acabaré pareciéndome a mi primo, el parisino ese que vive en una torre de una iglesucha de París... Además, ¿para qué quiero más? Cuantas más cosas tenga, menor será mi movilidad; como esas mansiones atiborradas de objetos. Quitas ellas bien construidas y sus dueños dentro... Ni casa ni Posesiones, ¡A la aventura! Una vuelta a la simplicidad de la vida, a la naturaleza, al aire libre.

 Eso sí, esta ropa es muy incómoda para viajar. Ya me dirás para qué necesito ir con cascabeles al cuello, como si fuera una vaca, o una oveja que a cada paso que doy se enteran de mi marcha hasta en dos aldeas por delante y otras tantas por detrás. Loco puede, pero no soy bufón. Quizá sea para advertir a los demás hombres de mi presencia como ser antisocial que desdeña las reglas. No recuerdo cómo conseguí estás prendas...

Pero el gorro, ajajá, ¡eso sí lo recuerdo! El gorrito es un regalo que me ha dado mi madre: “Póntelo en la cabeza, no vayas a pasar frío que la noche es húmeda.” Pero si tengo pelo, mamá.

 Todavía recuerdo los comentarios de los aldeanos del último sitio donde estuve: “Mira, por ahí va el loco ése”. Loco me llaman, y total, ¿por qué? Quizá sea porque hablo solo; o porque he conseguido adiestrar un gato que me sigue y me hace compañía aunque ahora me esté arañando las nalgas o ¿acaso es un perro que me olisquea el culo como si fuera yo uno de sus manada? Me da igual, mientras no me muerda...



José Fernando Martínez Silvent

Esta historia es un recuerdo de infancia. En realidad, los recuerdos de dos infancias diferentes y uno de ellos, el mío, podría ser sólo el recuerdo de un relato del primer recuerdo, el de mi padre. Esta historia está, por tanto, exagerada por la mirada infantil, estilizada por la narrativa, adulterada por la profusión de versiones y dulcificada por el paso del tiempo. 
Recuerdo que mi padre me contaba de un viejo vagabundo, loco arquetípico, que recorría las calles dando bastonazos en todas direcciones para avanzar con cierta seguridad, pues era ciego. También se defendía a bastonazos de los niños que se burlaban de él. Los más osados y crueles apostaban a quien era capaz de darle un empujón sin llevarse un buen golpe. Las criadas de la casa del médico le daban un mendrugo de pan o unas sobras a escondidas y algún que otro parroquiano bondadoso le invitaba a un vaso de vino en la taberna. Le seguía siempre un perrillo gris y feo que parecía tan viejo como él. Le faltaba un trozo de oreja y le raleaba el pelo en diferentes zonas. Era pequeño pero fiero y defendía a su amo más con la convicción de un amigo que con la obligación de la servidumbre.

En mi recuerdo, sin embargo, el viejo loco, que ya era una rareza más que un arquetipo, no estaba ciego pero sí perpetuamente borracho. No lo seguía un perro, sino un grupo de al menos siete de diferentes tamaños y procedencias. Uno de ellos, el más pequeño y fiero, era viejo y gris, con calvas y una oreja deforme. La imagen no es de bastonazos, sino de gritos y amenazas, contra los niños que le increpábamos y contra cualquiera que pasara cerca del banco donde se aposentaba custodiado por su jauría. También recuerdo verlo pasar por delante de la ventana de mi cuarto mascullando improperios hasta perderse por el fondo de la calle, adentrándose en el descampado que marcaba el final del pueblo.
Parece improbable que un vagabundo que ya era viejo cuando mi padre era un niño sobreviviera lo suficiente para poblar también mi infancia. Más aún teniendo en cuenta que para que la historia sea coherente debemos creer en alguna especie de recuperación visual milagrosa e inventarnos el nexo entre el primer relato y el segundo. No obstante, yo no puedo dejar de creer, aún hoy, que los dos locos son el mismo viejo. Pero esto en realidad no es significativo, pues es sabido que los viejos vagabundos locos de todos los pueblos y todas las épocas eran, antes de su desaparición, el mismo personaje, e incluso, según algunos estudiosos, la misma persona.


Pedro J. Herrera Lizcano

Mathew O´Connery, más conocido en la aldea como Matt "El Loco", era un hombre solitario e introvertido. A sus 42 años, seguía viviendo en la misma casa que le vió nacer en el año 1.330, a las afueras de Crossland. La casa se encontraba anexa a un pequeño molino de agua que, tiempo atrás, sirvió a los padres de Matt para moler trigo, centeno y granos de espelta, y elaborar con ello los más ricos panes de la comarca. El destartalado molino hendía sus aspas en las fría aguas del pequeño riachuelo que rodeaba la casa. Matt se quedó huérfano a los 14 años, edad en la que ya no se le podía considerar un niño por lo que nadie se encargó de buscarle un nuevo hogar, ni tampoco era un hombre completo y resuelto que se pudiera procurar grandes cuidados así mismo. Al heredar la casa, también heredó soledad y hambruna. Los años que siguieron a la muerte de sus padres fueron muy duros para Mathew, malcomía frutos silvestres que recolectaba del bosque y pequeños animales moribundos que, en estas condiciones, podía cazar con facilidad. Dedicaba todo su tiempo a observar lo que pasada a su alrededor, dentro de la casa con el mal tiempo y fuera de ella cuando hacía bueno. Se convirtió así en un joven contemplativo y excesivamente absorto en sus pensamientos, lo que le limitaba profundamente a la hora de tomar decisiones, nunca pasaba a la acción.  Pese a su situación tan lamentable, su actividad diaria principal era...no hacer nada. Ni que decir tiene que el molino dejó de funcionar con la muerte de sus padres, dejándose de fabricar aquél sabroso pan que durante años había honrado a su familia.
Los días pasaban y el contacto con otras personas era casi inexistente. Muy de vez en cuando, algún aldeano que llevaba a pastar sus ovejas por esa zona observaba a Matt en la distancia y cuando volvía a la aldea contaba a todo el mundo que había visto al último descendiente de los O´Connery sentado junto al molino, vistiendo arapos y con el pelo largo y sucio como un salvaje. Esta forma de vida casi hermitaña, prolongada durante más de veinte años, le hizo merecedor del pseudónimo "El Loco" entre los pocos lugareños que lo conocían.
 
Pero como todo hombre es libre para cambiar su destino, la vida de Matt iba a pegar un giro totalmente inesperado. Hace dos días, nuestro lobo solitario -como era habitual- se encontraba sentado en la puerta de casa, inmóvil, mentalmente ausente y con la mirada perdida en el infinito. Él y la casa parecían haberse fundido en un todo estático e inmutable, cuando de repente se ecucharon unos ladridos al otro lado de la casa. Matt se levantó dando un salto y corrió hacía allí. Ya en el borde del riachuelo, pudo ver como un perro de raza indeterminada había caído al agua y, entre fuertes ladridos, se afanaba por mantenerse a flote entre el fango. Ese tramo del riachuelo era el más cercano a la casa, donde la inoperatividad del molino había estancado las aguas año tras año. El perrito se estaba casi ahogando entre las ramas y el lodo. Matt estaba paralizado ante tal situación. Pasados unos segundos pudo reaccionar y se dirigió con paso firme hacía las aspas del molino. Con todas sus fuerzas empujó la palanca que ponía en funcionamiento la noria del molino y, milagrosamente, las viejas aspas empezaron a girar poco a poco. Al entrar y salir del agua se originó una suave corriente que arrastró el fango, las hojas y ramas río abajo, liberando al asustado perro que pudo ponerse a salvo nadando hacía el margen más próximo. Tras tomar aliento corrió hacía Mathew y se abalanzó sobre él, le tiró al suelo y comenzó a lamerle la cara sin parar.  Desde ese mimso instante, Matt el Loco...ya no estaría solo, el perro sería su fiel amigo.     Al día siguiente, Matt hizo un hatillo con sus pocas pertenencias, ninguna de valor, se lo echó al hombro colgando de un palo y salió de casa, a la que nunca más regresaría.  Mathew O´Connery se propuso recorrer el mundo y, sin mirar atrás, echó a andar. A su lado siempre...su fiel amigo.


Iván Vázquez Ibañez

… ante un problema puedes salir corriendo o mantenerte firme... si el problema eres tú estás jodido... perdona, no pretendía... ¡escucha!... deberías olvidarlo ya ¿Cuantos años han pasado?... la obsesión te va a destruir, tuvimos suerte de no terminar en la cárcel... no creo, entre rejas el tiempo es aún más cruel... ¿que he hecho yo? Comenzar de nuevo... no digo que sea fácil pero tan solo existe  una posibilidad contra cincuenta y dos de sacar la misma carta en un mazo... quiero decir que una partida de cartas comienza barajando de nuevo... ¿estupidez? la vida no es muy distinta, hay tantos juegos como formas de vivir, solitario, mus, póquer... !los montones! Ya te digo (                  ) ¿Porqué no vienes con tu hija a pasar unos días? Me gustaría volver a verla... imagino, la adolescencia es un periodo difícil... a nosotros también nos dio por la ouija en el instituto... puede ser una manera de enfrentarse al propio miedo, a lo posible... no, no voy de listillo... da igual. Mira si le gustan esas cosas tengo un antiguo tarot que le puede interesar, quizás así se anime a venir... claro que me acuerdo, el final de cada noche era como volver a nacer... cuando pienso que no cambiaría nada de aquella época me siento un verdadero hijo de puta... volviendo al tarot, la baraja no está completa pero vale la pena... una... lo entiendo a mi también se me hace tarde, llámame...


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La Carta de Noviembre: XIII La Muerte. 


 Si alguien más se anima, se aceptará cualquier nueva interpretación, no más de 300 palabras. 

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