Interpretación Creativa: XVI La Torre
Tema: "The Void" de: "Darkness Falls" en el album "Alive in Us"de 2011
Interpretación Creativa, es una actividad que se gestó dentro del Club de Literatura al que suelo acudir el último viernes de cada mes. En cada reunión se elige una carta de los XXI arcanos mayores que componen el tarot, para escribir un mini relato mensual, interpretando dicho arcano. Esta vez se extrajo la carta XVI La torre, y estos son los relatos inspirados en ella:
Olivia Martínez de León:
Olivia Martínez de León:
LA
TORRE HERIDA POR EL RAYO
qué
linda la tormenta aquí junto al mar como se revuelve la arena cómo se traspasa
el viento en los cristales cómo desaparece lo milimétrico cómo se disimulan las
líneas de entre baldosas cómo lo ascensional de las palomas y las golondrinas y
los estorninos cómo se agita el cuerpo del delito cómo se agitan las rocas de
la memoria cómo se ve la ciudad desplomada cómo se viene la ruina cómo se viene
la ruina cómo se nos despeñan todas las verticales cómo merma la luz a borbotones
cómo crece esta tormenta alta – como una torre alta – cómo se nos acerca la
derrota cómo se nos hacen mayores los olvidos todo lo fragmentario esa membrana
frágil de la especie ay
Rubén Rios Longares:
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A Iriarte, in
memoriam.
La Casa de Dios.
Dios se levantó de la siesta
cuando...
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El astrofísico
Michelle D’Août observaba el firmamento desde el observatorio Tower of Babel
(llamado en el gremio así por ser el más alto hasta ahora construido) cuando
entró en la sala del telescopio gigante, situada bajo la cúpula semiesférica
que coronaba el edificio, su compañero John July.
-Querido colega John, ¿ve usted
ese bólido cósmico que se aproxima hacia aquí a cierta celeridad?
-Distinguido colega Michelle, es
obvio que no lo puedo apreciar si usted no me cede el puesto en el telescopio.
-Discúlpeme, compañero. Siéntese,
siéntese y admire.
-Oh, my God!- exclamó el
flemático inglés.- Lo percibo nítidamente. Pero yo diría que se trata, más
bien, de un meteorito.
-Mon Dieu!- suspiró el
francés mientras movía la cabeza con su natural soberbia.- Es un cometa y no un
meteorito, mon ami.
-Monsieur D’Août, le digo que es
un meteorito. Por cierto, ¿le apetece una cup of tea?
-Sir July, por favor, es
ciertamente un cometa. Y no, gracias, ya merendé un par de crêpes au
chocolat.
-Un meteorito, digo. Si yo he
visto cientos.
-Digo un cometa, que usted no
entiendo de esto.
-Lamento disentir, Monsieur
D’Août, y debo insistir en que es un meteorito. Me-te-o-ri-to. –El astrofísico
inglés empezaba a perder su flema.
-No, no, no. Es un cometa, un
co-me-ta. ¿Acaso no percibe usted la estela de su cola? –El científico francés
henchía su pecho.
-Holy cow!! That is a meteorite.
-Sacrebleu... C’est une comète.
En esta disputa
llegando los perros
pillan descuidados
a los dos conejos.
(Perdón, querido
lector, me he descubierto en mi propia fuente.)
Cuando el gran
rayo procedente del centro del Universo hubo impactado contra la gigantesca
cúpula del observatorio, la levantó como si fuese la trampilla de un desván y
mis dos astrofísicos, fulminados (y en sentido literal porque había sido un
rayo) se precipitan de cabeza hacia los pies de la torre.
Y así resulta
que hasta los dioses tienen algún que otro Déjà vu.
LA TORRE
Las enormes gotas de agua caen al suelo y explotan a mi alrededor. Aunque las ramas de los árboles me dan cobijo, la tierra bajo mis pies se deshace como barro líquido.
El bosque no me transmite ninguna seguridad.
Pero, ¡¿quién me mandaría a mi salir de la ciudad?! Cuando llueve en
la urbe, todo el mundo sabe dónde ir. Con las primeras gotas, las
gigantescas torres de hierro y hormigón, llamadas comúnmente edificios o
rascacielos, se ofrecen para resguardar a las personas. Sus voladizos y
balcones, aunque no dejen ver el sol, sirven de paraguas artificiales para
protegerse del mal tiempo. El firme suelo de asfalto y piedra distribuye el
agua directamente hacia las alcantarillas. Todo eso, yo lo he visto en
innumerables ocasiones...
Pero ahora me encuentro aquí, calado hasta los huesos y tiritando de frío,
en medio de lo que se conoce como "Naturaleza". Tan sólo llevo un día
en ella y, siendo sincero, no es lo que me esperaba. De momento, no me parece
ni sana ni confortable. Bueno, ya tomaré conclusiones más tarde, ahora estoy en
aprietos. Si esto es el inicio del diluvio universal, no sé cómo compaginarlo
con mi primera salida al campo. Tengo que buscar una solución, me estoy
hundiendo en el barro y el nivel del agua no para de subir. Definitivamente,
aquí no me puedo quedar, he de buscar refugio. Piensa, piensa....piensa
rápido.
¡Ya lo tengo! Si encuentro una torre donde poder subirme, estaré a salvo.
Quizás, tras los árboles que tengo en frente encuentre lo que necesito. Me armo
de valor y corro hacia delante. Me cuesta avanzar. En mi trayectoria
esquivo raíces y rocas, resbalo un par de veces y atravieso nadando profundos
charcos de agua turbia. Los escasos veinte metros que he recorrido, me
sitúan en un claro del bosque. Echo un vistazo desde mi posición y localizo
algo que me puede servir. En medio del claro se levanta una torre circular de
baja altura, construida con pequeños bloques de piedra, parecen ladrillos, que
se apilan y encajan entre sí. En lo alto, un arco de hierro la cruza de lado a
lado. Es el edificio más raro que he visto nunca, a penas se levanta un metro y
medio del suelo y no tiene puertas ni ventanas. Pero no tengo muchas opciones,
así que me lanzo hacia mi torre de salvación. Este último tramo se me
hace eterno, ¿por qué no parará de llover? Llego exhausto al pie de la
pequeña torre, pero como no tiene puertas, reúno las pocas fuerzas que me
quedan y empiezo a trepar, las juntas y salientes de los ladrillos me sirven de
apoyo. Buff, no puedo más, no sé si podré llegar a lo alto, mi cuerpo mojado
resulta cada vez más pesado. Ánimo, en un par de palmos estaré arriba. Ya casi
estoy...últimos centímetros. Sin pensármelo dos veces y doblemente desesperado,
desde el último saliente cojo impulso y salto al centro de la torre...Uno, dos
y tres...ya estoy en el aire.
Pero, un momento...¡esta torre no tiene techo, ni tejado, ni cubierta!
A los pocos minutos, muero ahogado dentro de la "torre".
¿La Naturaleza acabó con mi vida de rata de ciudad...o fue la ciudad la que
acabó con mi naturaleza de rata?
- FIN -
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Iván Vazquez Ibañez:
Me llamo Miguel y mi compadre de
correrías Chema, atendemos al apodo de “los rubios”, somos puteros
vocacionales. Se sabe que en los clubs de alterne si te pasas de la raya puedes
llevarte dos buenas ostias, las nuestras llegaron el día de San Valentín. La casa de dios es un puti-club en forma
de torreón medieval cerca de la nacional III dirección Valencia. Vamos cada
sábado sin excepción a vaciar unas cuantas botellas de güisqui y nuestras
pichas algún sobre de lubricante. Los coños de las prostitutas son como las
manos de los marineros, están expuestos a las inclemencias del tiempo y se
resecan. Antes de ir al club pillamos algo de farla en casa de Peter, un tipo
flaco con pinta de haber estudiado. El tío tiene un mono enano en el salón, un
Tití muy cachondo que se llama Perico. Los primeros tiros caen en casa del
camello, por cada loncha un grito de guerra: ¡Esta noche manda mi polla! Bien
puestos nos vamos pal hostal. En el
reservado dos putas nuevas de encaje eslavo nos esperaban. Cinco botellas de
champán más tarde, muy cocido mi colega le dice a las rusas si quieren perico,
la más flaca dice que si. En ese momento todo se jodió. El puto loco se había
llevado el mono de Peter en el bolsillo del chaquetón, totalmente descojonado
de la risa lanzó el puñetero animal al careto de la tía, el Tití muerto de
miedo se le enganchó al pelo y literalmente se meo en sus tetas, ella intento
quitárselo de encima a golpetazos gritando como un cerdo degollado, antes de
que nos diésemos cuenta la moqueta era un charco de sangre, el maldito simio le
sacó un ojo al intentar defenderse. Y parecía un peluche el muy cabrón. Casi
nos matan de la paliza que recibimos, tuvimos suerte de salir con vida. Me han
dicho que la prostituta sigue currando en el local, le llaman la tuerta.
Pepe Martínez Sirvent:
Hace unos meses, mientras tomaba un café, vi una hormiga, roja y no más
grande que un grano de azúcar, paseándose indolente sobre la encimera blanca de
la cocina. La aplasté con un simple gesto del pulgar; nunca fui maniático para esas
cosas. La olvidé inmediatamente con un chorrito de agua del grifo. Sin embargo,
esa tarde había todo un reguero de hormigas diminutas y rojas en la encimera,
que corrían afanosas junto al rodapié. Seguí su rastro hasta unas migas de pan
que habían sido olvidadas en un rincón. Las eliminé, esta vez, con un golpe de
bayeta. Pero a la mañana siguiente, en el baño, tras la ducha, descubrí que
tres ejemplares de esa misma clase de hormigas pululaban alrededor del desagüe
del lavabo. No había ninguna razón para que estuvieran allí, pensé mientras las
ahogaba, salvo el desafío.
Así pues, les declaré la guerra. Cuando regresé a casa, se habían
multiplicado. No me impacienté. Seguí su rastro en sentido inverso al del día
anterior y taponé el pequeño agujero del azulejo por el que se colaban. Hice lo
mismo con todas las hileras de hormigas que encontré en la casa, y gasté una
gran cantidad de insecticida. Desaparecieron durante un tiempo. Más o menos por
esa época empecé a notar una molestia en el tobillo izquierdo.
Hace unas dos semanas empecé a verlas de nuevo, en pequeños grupos,
aquí y allá, en lugares inverosímiles como una pastilla de jabón o el mando de
la tele. Esta vez, ni el taponado de orificios ni el insecticida dieron
resultado. Más bien al contrario, cualquier cosa que hacía en su contra parecía
alentarlas. Dejé, pues, de actuar, pero el resultado fue aún peor. Estaban por
todas partes. Una mañana, por ejemplo, un círculo rojo de hormigas rodeaba un
calcetín que había dejado en el suelo la noche anterior, al desvestirme. No
había rastro de su pareja. Finalmente, empecé a oír su rumor en las paredes. Al
principio era prácticamente imperceptible, pero fue creciendo hasta hacerse
ensordecedor. Desde el principio supe con inusitada certeza que eran ellas. Imaginaba
todas las paredes de la casa horadadas por millones de hormigas, en una red de
kilómetros de intrincados túneles de tráfico incesante. Las imaginaba
destruyéndolo todo a su paso, deglutiendo mi casa poco a poco desde dentro de
los muros. Llevo días sin dormir, escuchando ese estruendo a mi alrededor, a
pesar de estar tomando tranquilizantes para el dolor del pie, que también se ha
vuelto insoportable. Esta mañana he visto una hormiga saliendo del espacio
entre la uña y la carne del pulgar de mi pie izquierdo. Tal como temía, también
están en mi interior. Han empezado a oírse crujidos. Uno parece haber sonado en
mi tobillo, pero no puedo estar seguro; he tomado demasiados tranquilizantes.
No sé si podré andar cuando intente levantarme. Ni siquiera sé si podré llegar
a la calle antes de que la casa se derrumbe sobre lo que queda de mi.
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Gracias de nuevo a l@s osad@s participantes!!
:D
La Próxima Carta:
XXI El Mundo
XXI El Mundo
todo aquel que quiera participar, puede enviar su interpretación a:
taratela@gmail.com
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